Doscientas setenta hojas de papel
he llenado, una a una,
con mi versos, con mis letras .
Doscientas setenta hojas,
que desglosadas, una a una,
ocupan el contorno de mi habitación
y la terraza, mi mandíbula abierta,
mis dientes careados
y los huecos internos de mis pies y manos.
He escrito y descrito
en estas doscientas setenta hojas
(numero que ahora reconstruyo
en forma de repetición autoritaria):
La melancolía autosuficiente del poeta,
la vigilia nocturna de un escritor cansado.
La valía de sostener las letras como armas
y sin embargo, jamás haber gatillado a quemarropa.
Doscientas setenta hojas y ningun balcón.
Todas flores que iré cosechando lentamente,
cuando sea temporada de corte.
Cuando el tiempo situado en mis manos,
situado en el tiempo,
lo indique.
Cuando mis manos, situadas en el tiempo,
situado en mis manos,
lo pida.