Yo, yo no, yo no fui a ver a Fabio Posca.
No fui, cuando de adolescente seguramente el curtía el “under”. No fui a verlo en sus primeras apariciones con Nico Repetto por la tele, mientras alguien me decía: “Ese puto seguro vive tomando falopa y de la buena”. La papusa, papota, papeti y pinga. No lo vi en “Lagarto Blanco”, ni me lo encontré enfiestado en una Creamfields, mientras yo saltaba, sudando mi pecho desnudo y marcado, las gafas anchas y mi mandíbula temblando como un motor a cuatro cuarenta. Rugian, Rugian, Rugian los leones del coliseo, estallaban. Y al lado, en el Paseo la Plaza, Fabio Posca terminaba otro show, los ávidos espectadores se levantaban de sus butacas, dispuestos a darse una buena tregua en Guerrin. Rugian, Rugian, Rugian sus pancitas de terneros mansos.
Yo, yo no, yo no fui a ver a Fabio Posca.
No fui, cuando en la radio emitieron el último bipido en la señal, ni cuando consiguió su primer programa como conductor estable. No lo fui a ver cuando fue nombrado el programa mas visto de la televisión; mientras yo leía en el diario Perfil que los canales de aire se habían anexado creando un solo canal que emitía dieciséis horas seguidas un solo programa llamado “Posca - Praxis”. No lo fui a ver durante las elecciones de ese año, ni lo vi cuando ganó. No lo fui a ver luego del decreto P.O.S.C18, por el cual todas las calles de Cap. Fed. perdieron sus nombres originales, para pasar llamarse todas Fabio, siendo luego numeradas transversalmente. Fabio uno-dos, Fabio dos-tres. Fabio tres-cuatro.
- Disculpame pibe sabes como llego a Fabio al 600? – me preguntaban.
- Fabio y que? - decía.
- Y Fabio – me contestaban.
Yo, yo no, yo no fui a ver a Fabio Posca.
No fui, cuando comenzaron los años del golpe F.P, que constaba de comandos de ataque con la cara de Fabio Posca, hecha con cirugía estética a cada uno de los paramilitares en sus caras. Ni fui cuando se descubrió su origen alienígena y comenzó el pandemonium y la matanza cruda y desmedida.
No fui y ahora...
soy la última esperanza de la tierra.